Cabalgando a lomos del caballo negro el Hambre; sobre el cobrizo la Guerra; a lomos del bayo la Muerte… Tras de este último la Nada. Tal vez en sus visiones le faltó a Juan un quinto jinete, que tras dos mil años de civilización parece que va a ser el protagonista de un futuro apocalíptico para esta Humanidad que aún temiendo a los otros ha caído en el principio de un futuro nada esperanzador.
Un quinto jinete vestido de plásticos que anegan los mares, de labios resecos por la falta de agua, dejando a su paso el fuego que incendia los bosques, las selvas, y que es celebrado por el hambre, la guerra y la muerte, con el nombre de Cambio Climático, una amenaza que ya es una realidad.
No suelo ser una persona pesimista, mis queridos lectores, pero no puedo por menos que sentir un puño en el estómago cuando veo como en tampoco tiempo hemos llegado a un punto, que según quienes más saben de esto, no tiene ya retorno.
Es paradójico pensar que la especie más inteligente que habita el plantea es, al mismo tiempo, la artífice de su propia extinción, llegando a la estupidez irresponsable por parte de muchos de no reconocer que esto es así. Nos hemos convertido en seres cortoplacistas, cuyo máximo problema es tener y no perder lo que se tiene, aunque lo que tengamos suponga que otros no tenga ni lo más básico.
Vivimos un mundo, el primer mundo, lleno de contradicciones creadas por esta sociedad en la que el centro es el consumo más atroz. Supermercados a reventar de alimentos procesados mientras que nos comen el coco con el cambio de nuestros hábitos alimenticios o con dietas milagrosas. Advertencias contra el tabaco mientras el Estado sigue recaudando con él, lo mismo que con el juego. Venganzas arancelarias de unos países sin importar que traigan las crisis económicas a otros. Muros y verjas levantados para protegernos de los que no tienen ni pan ni tierra.
Han transcurrido más de diecinueve siglos desde que Juan el Evangelista escribiera su libro de las Revelaciones, pero el Hambre, la Guerra y la Muerte siguen cabalgando sin freno y esta vez acompañados de un nuevo terror que puede acabar con nuestro planeta tal y como lo conocemos.
¿Y el caballo blanco? Me preguntaréis con razón, mis queridos lectores. Pues sobre él dice el libro de Juan:
“Cuando abrió el primer sello, oí al primer ser viviente, que decía: Ven. Miré y vi un caballo blanco, y el que montaba sobre él tenía un arco, y le fue dada una corona, y salió vencedor, y para vencer”.
Ap. 6,2
Muchos han querido ver en el cuarto jinete, la Esperanza. Yo también. Porque es lo que nos queda. La esperanza en que la sensatez, la solidaridad y la sabiduría nos salven, a nosotros y nuestros descendientes. Se lo debemos, nos lo debemos.
Recordad: memento mori.